BOLAS LENTAS O DESARROLLO.

Desde siempre han existido estultos que se empeñan en estropear aquello que funciona, y bien, muy bien. Empresa, vida, y deporte también, nada se escapa a esa suerte de iluminados con no sé qué varita mágica, que teniendo un producto funcionando muy bien se empeñan en la cuadratura del círculo.

Las audiencias televisivas, la presencia de público en los torneos, y el número de federados del golf no dejan de crecer y están en su mejor momento histórico; podemos decir que estamos inmersos en la época dorada de este deporte. Podíamos pensar que llegado este punto, los «mandamases» de este negocio estarían pensando en cómo no bajar el suflé y cómo colocar el velamen para aprovechar el viento de popa. Pues no. La R&A y la USGA llevan tiempo lanzando globos sonda para acortar los metros de vuelo de las bolas de golf, y la última, y quizá con mayor virulencia, esta semana. Estos «genios» se empeñan en que los profesionales no puedan alcanzar ni sobrepasar las 300 yardas de carry, (distancia de vuelo de bola), con el driver, con la excusa de que para dar espectáculo se deberían ampliar los campos de golf. La irrupción de Tiger Woods fue el detonante de estas elucubraciones palaciegas pero también fue el inicio de los mejores momentos del golf a nivel mundial, entonces ¿por qué liquidar el éxito? Se me ocurren varias comparaciones para adecuar el resto de deportes a esta estupidez supina: en baloncesto podrían jugar con balones medicinales para evitar que jugadores como Luka Donzic lance triples desde 9 metros; en tenis podrían prohibir que jugaran deportistas con más de 1,90 mt. para así evitar los saques por encima de 200 km/h, y así con todas las necedades que se me puedan ocurrir para el resto de disciplinas deportivas.

Las marcas invierten en desarrollo porque les interesa, no por capricho o por ejercicios de vanidad, los jugadores amateurs compramos las Callaway porque Jon Rham hace 300 yardas de carry con ellas; no es que nosotros las vayamos a hacer pero nos gastamos los euros o los dólares con la creencia que nos ayudarán a realizar 10 metros más.

Seguro que habrá profesionales y amateurs que estén a favor de estos hipotéticos cambios. Creo haber leído que mi idolatrado Miguel Ángel Jiménez, dijo algo así como que el golf cambió, y no para bien, el día que entraron en liza las bolas modernas. Puede ser, pero yo empecé a jugar ya con ellas. También es cierto que los «mandamases» de ésto sólo quieren cambiar las bolas en el ámbito profesional, ¡coño! ¡ya!, donde nos fijamos, donde nos dejamos la pasta para ir a Valderrama a ver el LIV, para contratar Movistar y su Canal Golf, y por supuesto, cuando compramos esas Callaway, Tistleist, o Brigestone en vez de unas Inesis, sin tener pajolera idea de los índices de compresión, vuelo o capacidad de spin de las mismas.

Últimamente estoy siendo espectador afectado de cómo se puede estropear algo que funciona o funcionaba excepcionalmente bien. Es lo que tiene ir cumpliendo años, que contemplas como la estulticia es alimentada por el ego y la mediocridad.

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